"No quiero ser esclava de mis pasiones, quiero vivirlas, sentirlas, disfrutarlas"

jueves, 21 de junio de 2012

La primera vez





  Llegan temprano, aún no son las doce de la noche, la vergüenza les puede y ya han pasado tres o cuatro veces por delante del local sin atreverse a entrar, vuelven al coche y observan a las parejas que van acudiendo, la mayoría son cuarentonas, aunque también ha entrado alguna de más o menos su edad, en un momento de valentía se miran, se entienden sin hablar, bajan del vehículo dirigiéndose directos a la puerta y pican al timbre sin pensárselo más.
  La puerta se abre sólo un poco, un joven rapado de ojos achinados y perilla de chivo les mira, a continuación les invita a entrar, el lugar es tan tenebroso como un puticlub de carretera, tardan unos segundos en habituar la visión mientras el portero les habla:
  -Hola buenas noches, ¿Es la primera vez que venís?- les dice con voz recia y gutural. Observan que coloca una mano en el muslo arrastrando una atrofiada pierna al andar.
  Está bueno me lo follaría-piensa Ana, que desde que ha decidido entrar en el mundo liberal sólo hay dos clases de hombre para ella, los que se follaría y los que no.
  -Sí-asienten los dos tímidamente
  -¿Os parece bien que os enseñe el local y os explique como funciona?
  A lo que Ana y David vuelven a asentir.
  -Aquí tenéis el guardarropía dice señalando a su derecha, donde una tenue luz, ilumina un cuartucho atestado de abrigos y bolsos, os aconsejo que lo dejéis todo, excepto el tabaco si fumáis, el local es muy oscuro y podéis perder vuestras pertenencias en cualquier sofá. El hombre abre unas pesadas cortinas negras invitándoles a entrar, lanzan una mirada rápida, la música chillout crea un ambiente relajante, envolvente, hay gente en la barra, más allá bultos de cuerpos desnudos, las paredes también son negras y hay una pantalla donde se se exhibe una película porno, la única luz proviene de la televisión y de unos leds que iluminan los estantes de cristal donde almacenan las bebidas tras el mostrador.
  El anfitrión sigue hablando, aquí tenéis la barra, no se paga entrada pero estáis obligados a tomaros al menos una copa, y si necesitáis una taquilla aquí es donde se pide la llave.
  -¿Una taquilla?-pregunta David.
  Si, si conocéis a alguien que os guste y queréis subir a las camas, pedís una taquilla, os darán una llave, están en la planta de arriba a la izquierda, están numeradas, dentro dejáis vuestra ropa y encontraréis dos toallas, babuchas desechables de papel y dos preservativos, si os hace falta alguno más, en los lavabos tenéis la máquina expendedora.
  Comienza a caminar oscilando por la cojera y la pareja les sigue atenta a las explicaciones.
  Aquí tenéis el cuarto oscuro, dice señalando un cuarto sin puerta más oscuro que el sobaco de un cuervo, dentro las parejas más atrevidas entran y se magrean y son magreadas, aquí los reservados, dice señalando lo que se intuía eran unos sofás.
  -Vamos que os acompaño arriba.
  Varias parejas les miran desde la barra, Ana piensa que ya todos saben que son primerizos al verlos detrás del dueño del local enseñándoles un cubículo tras otro y siente un poco de vergüenza.
  Llegan otra vez al lado de las cortinas de la entrada, Ana se fija en un tubo de metal de suelo a techo que hay frente a la barra para el que se atreva a hacer un streptease, lo tienen todo inventado piensa, entonces es cuando ven unas escaleras estrechas y empinadas, una mortecina luz roja ilumina los peldaños, empiezan a subir y David estira su mano para acariciar bajo la minifalda el sexo de Ana en un intento por rebajar la tensión del momento.
  -Aquí tenéis los lavabos- sigue diciendo-las taquillas y las camas.
  La imagen surrealista les sobrecoge, aquello es una bacanal, un parque temático del sexo, le viene a la mente la palabra Locus Amoenus del sexo, cuando el hombre iba haciendo referencia a las camas, Ana imaginaba que serían habitaciones independientes, donde los tres o los cuatro o los que fueran tendrían una mínima intimidad, lo que no pensó encontrar en ningún momento es una hilera de colchones tocándose unos con otros hasta formar un lecho gigante, camas a lado y lado de un estrello pasillo central, siluetas desnudas, paredes de espejo, apenas una tímida luz que llega de los lavabos, aquí la música suena lejana, solapada por gemidos, sollozos y jadeos, el ambiente está cargado y huele a establo.
  El hombre debe haber visto nuestras caras estupefactas porque en seguida añade-No os preocupéis porque si alguien os toca y no os gusta le apartáis la mano y entenderá que no puede seguir, todos respetan esa norma y si no es así no tenéis más que decírmelo.
  Bueno al menos había normas, pensaron los dos tranquilizándose.
  Visto el local bajan las escaleras tras el tullido y se dirigen a pedir su consumición, en el interior de la barra un monitor muestra imágenes de la calle frente a la puerta de entrada, ven a una pareja pasar varias veces, como les había pasado a ellos un rato antes, hasta que en el tercer intento se paran frente a la cámara y pican al timbre, la entrada es discreta si no hubiesen sabido de antemano la dirección exacta del local, podrían haber pasado mil veces por delante sin reparar en él.

  Mas tarde, después de las copas, deciden probar con el cuarto oscuro, hay más gente dentro porque se escuchan respiraciones entrecortadas y gemidos, entran los dos y se colocan en un rincón a besarse, David se apoya en la pared y Ana queda más expuesta, así que en seguida una mano le acaricia el trasero sobre la ropa, Ana le cuchichea a David al oído.
  -Me están tocando.
  -¿Y te gusta? le pregunta David.
  Claro que me gusta responde ella, no saber quien es da mucho morbo, casi que es mejor no saber, y sólo concentrarte en las sensaciones.
  -Si no te gusta ya sabes.-Le susurra David.
    La mano no tarda en seguir investigando el cuerpo de Ana, le levanta la falda y le acaricia el trasero deslizando algún dedo a su sexo por encima del tanga, David también le está acariciando los pechos y se acaban de sumar dos manos más, también directas a sus tetas, estas nuevas manos son de mujer pues las siente más pequeñas y delicadas, cuando coinciden con las de David, éste aparta las suyas.
  Ana está ya jadeando pues la mano de la zona sur ha separado su tanga y está acariciando su clítoris, se abre más de piernas para dejarse hacer, y el desconocido lo interpreta como que tiene permiso para seguir, así que se agacha, le baja el tanga y empieza a chuparla por detrás. David se separa de ella y se pierde en la inmensa oscuridad, el misterioso hombre se levanta y le da un morreo calenturiento con sabor a whisky, nota su barba, su olor a perfume, a ropa limpia, no tiene ni idea, de si es joven o mayor, si es atractivo o no, por fin se desmelena y estira sus manos hasta ese cuerpo ardiente que la está magreando. Las manos femeninas han desaparecido e imagina que están con David. Acaricia el torso del hombre por encima de la camisa mientras siguen besándose con lujuria, besos húmedos, apresurados, sube la temperatura, el hombre se acerca mucho ahora, apretujándola contra la pared y nota su miembro enorme y duro contra su vientre, pasa la mano por el pantalón acariciándo el bulto, siente un deseo irresistible de hacerle una felación, pero en un último instante de cordura no se atreve, se imagina follando en el cuarto oscuro con todo el que entre y David desaparecido, le entra pánico y empuja al hombre delicadamente hacia atrás, una cosa es que te sobeteen, mientras bailas con tu pareja, pero esto es demasiado para mí, quizá debería haberle parado antes._Piensa nerviosa.
  Busca a David en las tinieblas, pero topa con la mujer, a tientas sigue su cuerpo, hasta que por una lado detecta a David, y le estira de la camiseta, para decirle al oído. _Sácame de aquí.
  David coge su mano y tira de ella, salen, se sientan en los reservados y le pregunta.
  _¿Qué te ha pasado?.
  Nada grave, me entró pánico, me imaginé que acababa follando con ese y que tú te ibas a perder con su mujer por el local y que si me pasaba algo o no quería seguir no te iba a encontrar.
  _Muy bien no te preocupes, ya no nos separamos más en toda la noche. _Le dice calmándola.
   Mientras charlan la pareja sale del cuarto, y pasa por al lado de ellos sin mirarlos, son muy mayores, y poco agraciados, Ana se alegra de haberlo parado ahí y tras cruzar una mirada con David sabe que él también.
  _¿Subimos arriba y pegamos un polvo los dos ante las atentas miradas de todos? _Propone David, me parece que somos los únicos del local por debajo de la treientena, unos cachorritos para estas fieras.
  _Muy bien, me parece genial._Le dice Ana.

  Sin pedir taquilla, son muy vergonzosos, se dirigen a las escaleras, cuando llegan arriba, están todas las camas ocupadas, saben que no pueden quedarse de pie mirando, así que se instalan en una cama ocupada por un trío, estos se recolocan dejándoles más espacio para los dos y se tumban, es parecido a cuando van a la playa nudista, mientras están tumbados se sienten integrados pasando desapercibidos, uno más, pero cada vez que caminan hacia el agua saben que hay mil ojos clavándose en ellos, es la misma sensación.
  Empiezan a besarse, las sábanas negras están húmedas y sudadas, tiempo después aprenderán que la verdadera utilidad de las toallas limpias, aparte de liárselas a la cintura si tienen que bajar a pedir a la barra es extenderlas sobre las sábanas empapadas de fluidos, Ana imagina que deben cambiarlas cada día, pero nada evita que retocen sobre los efluvios de la gente que ha estado ahí sólo un rato antes.
  Follan los dos, sin mirar a su alrededor pero sintiéndose observados, tienen que apartar alguna mano más durante el acto, pero es cierto que en cuanto la apartas esa persona no te molesta más.
  Ana le cabalga susurrándole guarradas, simula con jadeos estar a punto y finge un intenso y escandaloso orgasmo que no engaña a David. pues le cuchichea:
  _En casa te vas a enterar.




                                           

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