"No quiero ser esclava de mis pasiones, quiero vivirlas, sentirlas, disfrutarlas"

lunes, 25 de junio de 2012

La puerta de atrás




  

   Toc,toc,toc.
  Cuando le abro la puerta siempre entra despacio, no tiene prisa, un hombre sabe a dónde va, y también a lo que va. Entra, cierro la puerta con llave y ya siento subir la temperatura. Entonces nos abrazamos, nos estrechamos, nos apretamos cuerpo con cuerpo y eso es el principio del orgasmo, el suyo y el mío, fuerte, envolvente, posesivo. Empiezo a jadear suavemente mientras siento la presión de su polla en mi sexo, me agarra por las caderas y me aprieta contra él, contra su polla, es difícil romper ese abrazo, pero debemos ir al dormitorio, es un imperativo, si no vamos, siempre acabamos chocando y rompiendo algo.
   El dormitorio es nuestra celda acolchada, donde podemos dar rienda suelta a la locura sin excesivos daños materiales.  A veces se limita a darme la vuelta, a ponerme de cara al frente y a apretar la polla contra mi culo y manteniendo el contacto me guía hasta el dormitorio, andando ambos con el paso sincronizado para no perder la postura. Pero antes de ponerme en movimiento, consigo hablar y le pregunto si quiere comer, si tiene hambre, siempre rechaza el ofrecimiento, pero yo siempre pregunto. Somos muy corteses el uno con el otro.
  Ya en el dormitorio suele repetirse el abrazo. Esos primeros abrazos establecen el territorio del amor, pero ha llegado el momento de abandonar ese lugar invisible y viajar al territorio de la lujuria, donde las cosas son visibles y tangibles... y tan irreales. Ahora la tiene totalmente empalmada, ni siquiera le cabe en los pantalones, se aparta de mí y se desnuda lenta y deliberadamente sin dejar de mirarme, yo me limito a observar y esperar, ya me hará saber lo que quiere, como siempre. A veces me habla en voz baja y dice:
 -Súbete a la cama, de rodillas, y levántate la falda.
  Entonces me come por detrás. Otras veces, me coge y me coloca donde quiere tenerme, a horcajadas sobre un cojín ante él mientras me la mete por la boca, o tendida de espaldas en la cama mientras me pellizca los pezones a través de la blusa o....pero pase lo que pase todo ocurre a cámara lenta.
  Después de mucho mamársela, y cuando digo mucho, es mucho, me obliga a darme la vuelta y coge un condón, entonces sé que vamos a pasar a la siguiente fase.  El sexo por el coño es juego previo. A veces se salta el coño sin más y va directo al culo, totalmente obsceno, sólo culo, la fase final.  Pero normalmente empieza por el coño. Cuando me penetra, siento que empuja contra el cuello del útero y siempre me sobresalta.  A veces llega muy arriba y entonces empieza a palpitar con embestidas cortas y diestras, empujando mis paredes hacia afuera, hacia arriba, hacia dentro. A cada palpitación quiere más y recibe más, ese es el principio del más, un estado creciente de ansiedad corporal.  Las olas del placer avanzan lentamente, luego más deprisa, pero nunca se detienen, cúspide tras cúspide, y para la mayoría de la gente eso sería ya insuperable, incluso trascendente, pero él y yo somos ávidos y sabemos donde ir a por más, sólo estamos empezando, calentando.
   Cuando ya ha tenido coño suficiente (siempre a elección suya), sale y me sitúa, a veces en el cojín a cuadros, a veces a cuatro patas, a veces de lado con la curva de la cadera en alto. Ya bien follada ahora estoy muy obediente. La voluntad me ha abandonado casi totalmente, pero me aferro aún a mi conciencia y a mis tacones. Tengo mucho más que dar, mucho más, tengo el poder de dar, otros amantes ni siquiera obtuvieron el 10% de lo que yo tenía para dar, no tenían el poder para pedirlo, él sí... y luego pide todavía más.
   Me gira sobre el costado izquierdo con la cadera cómodamente apoyada en dos cojines que me levantan el culo en un propicio arco lateral ascendente, apoyo la mejilla izquierda en la cama, vuelvo la cabeza y le miro desde abajo, con él siempre es desde abajo nunca desde arriba. Coge la vaselina, me encanta el chasquido del tapón al abrirse, mirándome aprieta el tubo y extrae una dedada, mirándome el culo separa las nalgas con tanto cuidado que no doy crédito a la suerte que tengo, me unta el gel con suavidad, pero con firmeza en el agujero del culo, dentro del agujero, en torno a la entrada preparando el paso, al hacerlo tiene una expresión magnífica, mirándome alternativamente a los ojos y al culo, me mete un dedo dentro, luego dos, mirándome a la cara, sin apartar la vista de mi mientras siento la rotación de sus dedos dentro de mi culo.   
  Saca los dedos, coge más gel y se lo extiende uniformemente a lo largo del miembro duro como el granito.
  Es la hora...
  Sujetándose la polla la guía hacia la raja de mi culo, como una canoa rumbo a un estrecho desfiladero, siento la punta suave, dura y a la vez aterciopelada en mi piel. El centro de mi culo, como un imán se desplaza hacia la presión. Nos unimos. Su llave en mi puerta, su polo positivo con mi polo negativo, su enchufe en mi toma, el centro con el centro, presiona ligeramente, respiro, empuja, me relajo, palpita, me abro, empuja, empuja, me abro, arremete, nos miramos a los ojos y me tiene ya en su punto.  A veces en ese momento se retira, e inicia embestidas cortas en la entrada durante un rato, otras veces sigue adentrándose, bajando, despacio, muy despacio, hasta que está totalmente hundido en mi culo, con todo el tallo dentro, y fuera sólo le quedan los huevos. Permanece así un momento, inmóvil, después, con rítmicas sacudidas, me penetra un poco más. A veces me cambia de posición, a cuatro patas, o de pie y doblada por la cintura con las manos apoyadas en la pared, o boca arriba y con los pies hacia el techo, o, la favorita, colocándome primero boca arriba y doblada en dos para alzar luego las piernas sobre la cabeza y colocar el culo hacia el techo. Sea cual sea la posición en la que me encuentro, está encima, siempre mirándome desde arriba, contemplándome, amándome, y normalmente hace esos cambios sin sacar la polla de mi culo.  
  Extraordinario.
  Pero al margen del ángulo, siento crecer su polla dentro de mí, más fuerte, más dura, más profunda, hundiéndose en mis ansiedades, en mi inocencia, en mi orgullo, en mi vanidad. Como una aspiradora absorbe mis yos inferiores y elimina mis pecados. Esto es lo que él buscaba. Esto es lo que encuentra. Esto es lo que me da.  Follada hasta el delirio, se me caen los tacones al suelo, con un ruido sordo, uno tras otro.   Él sonríe y dice afectuosamente.
 _Ahora nos lo estamos pasando bien. Ahora viajo en tren de alta velocidad al paraíso, lega como soy en el proceso a menudo se me saltan las lágrimas, cuando por fin me relajo y ni un sólo centímetro de mi ser se aferra absolutamente a nada, cuando mi ego ha sido aniquilado entra en mi la devoción, soy atea por herencia y agnóstica por convencimiento, pero ahora se que la eternidad está más allá mucho más allá del dolor.
  Cuando me penetra aflojo la tensión, milímetro a milímetro, tirando, apretando, aferrando. Relajo los músculos, los tendones, la carne, la rabia, el ego, mis normas, mis prisiones, mi vida.  La sodomía es un acto sexual donde la confianza lo es todo, me refiero a que, si te resistes, pueden hacerte daño de verdad. Pero una vez superado ese miedo, una vez traspasado literalmente, encuentras la paz más allá del dolor. La clave es esa, ir más allá del dolor.  Conocí a Dios, dejándome follar por el culo, una y otra vez, y otra y otra más. Lo digo en serio. Muy en serio, y ese despertar místico me sorprendió a mi más que a nadie. Ahí estaba Dios, en mi culo. Buena manera de captar la atención de una escéptica.   No se puede dar por el culo a medias. Sería una farsa. En el culo, la verdad siempre sale a la luz. El culo no sabe mentir, no puede mentir, si mientes duele físicamente. El coño en cambio, puede mentir nada más entrar la verga en la sala, y lo hace continuamente.
   Él me mira, ve mi cara iluminada de placer, mientras da una embestida tras otra, sabiendo que no puedo resistirme ni a una sola, una sonrisa en mis labios entreabiertos y dice...
   _Que loca estás muchacha. Acto seguido le viene, gime y grita, un oh Dios mio, me da un azote en el culo y se corre mientras yo abro y cierro la puerta de atrás. En ese momento es cuando le miro, y veo a un hombre hermoso, es tan hermoso como el David de Miguel Ángel, la expresión de su cara me llena de dicha. He hecho disfrutar a un hombre.

2 comentarios:

  1. Eso si que es anal del bueno.

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  2. Aquí hay auténticas frases lapidarias. Muy curiosa la relación del sexo anal con el misticismo. Ya no leo más por hoy, tengo que tranquilizarme, estoy encerrado 24 horas.

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