"No quiero ser esclava de mis pasiones, quiero vivirlas, sentirlas, disfrutarlas"

lunes, 19 de noviembre de 2012

Confieso, he pecado



  Los remordimientos no me dejan dormir, así que esta mañana he decidido acudir a la parroquia del barrio a confesarme, no es que sea muy devota, más bien nada devota, pero tenía ganas de hablar con alguien y esto es más económico que un psicólogo.

  Encuentro entreabierta la enorme y pesada puerta de madera labrada, empujo y dentro....

  Oscuridad....Mis ojos tardan unos segundos en habituarse...

  Y silencio...Se oyen susurros y alguna tos, una sensación de frialdad me recorre el cuerpo, los suelos son de mármol con baldosas salteadas en forma de damero. Hay pocos feligreses, una señora mayor arrodillada en un banco parece que está rezando, un señor paseando mientas admira las vidrieras de vivos colores con motivos bíblicos, huele a cera de vela y a austeridad, ahora que ya empiezo a ver mejor, encuentro lo que buscaba en el lado derecho de la nave central, un confesionario de madera, con un cojín de terciopelo color burdeos para hincar las rodillas, a juego con las pesadas cortinas en la entrada al habitáculo del párroco.

  Me acerco y miro a través de la celosía a la altura de la cara, está vacío, recorro con la vista toda la estancia buscando al cura, lo veo al lado del altar hablando con un monaguillo.

  ¡Que atractivo es! Sus ojos son grandes y negros como la noche, sus labios gruesos y su cabello salpicado de canas, las canas me pierden, sin embargo la sotana abotonada del cuello a los pies me impone, siempre me han gustado los uniformes pero no este precisamente

  El sacerdote me mira y al verme de pie al lado del confesionario me hace un gesto con el dedo como preguntando si es que quiero confesarme y asiento con la cabeza, le da las últimas instrucciones al monaguillo y se dirige hacia mí, empiezo a ponerme nerviosa la última vez que me confesé fue en la catequesis antes de la primera comunión, nunca había entrado en esta iglesia y eso que está a una manzana de casa, casi me entran ganas de salir corriendo empiezo a pensar que no ha sido muy buena idea, ahora que el momento se acerca no se ni por donde empezar.

  -Buenos días hija, ¿Quieres confesar?

  -Si padre, le contesto, me siento rarísima con esta jerga de padre, hija...

  Muy bien arrodíllate me dice señalando el cojín a un lado del confesionario y mientras yo me acomodo el corre las cortinas y se mete dentro.
                                
  -Y bien... dime hija ¿Cuáles son tus pecados?

  -Padre la tentación vive en mí, es como un demonio que llevo dentro y no me deja vivir.

  -¿Como es eso hija?

  -No lo se padre, en cuanto empiezo a hablar con un hombre un rubor tibio recorre todo mi cuerpo, nace en los genitales e inunda mi cuerpo de deseo.

  -Hija por favor, que también soy un hombre.

  -Si padre, lo sé, por eso vine a confesar con usted. Al decir estas palabras oigo al párroco removerse nervioso en su silla, pienso que seguro que ya está empalmado y me excito como nunca.

  -Bueno hija y...¿Como son esas sensaciones?

  -No se como explicarle, por ejemplo ahora mismo estoy incómoda en esta posición, y desearía estar estirada en un lecho y con muchas manos acariciándome, constantemente tengo deslices deshonronsos, sé que son deseos impuros por eso acudí a Usted. Me gusta fornicar y gozar, retozar, me gusta complacer, lo cierto es que no quiero dejar de pecar, tan sólo busco comprensión y perdón.

  -¿En serio? balbucea el cura con voz de sorpresa. ¿Y que más?

  -Espero un poco de calor que me alivie, calor padre, calor humano.

  -¿Y cómo de frecuente es esa tentación hija?

  -Permanente padre, día y noche, por ejemplo, ahora mismo me imagino sus manos sobre mis pechos dándome alivio.

  -¡Hija!

  -Sí padre, perdóneme, pero es que me urge que alguien me estruje fuerte entre sus brazos, que me de el consuelo que necesito...

  -¿Por ejemplo yo?

  -Por ejemplo, Usted es la clase de hombre que imagino puede templarme.

  -Perdóname hija, pero tus pecados son muy graves, me temo que tendrás que acompañarme a mis dependencias esta no es la clase de pecados que expían con una simple confesión y rezando tres avemarías.

  -Donde me diga padre.

  Y el sacerdote sale de su estancia, me mira con ojos lascivos y me indica que le siga, se que está totalmente empalmado y se me escapa una sonrisilla triunfal.

  Sigo sus pasos tras la sotana bamboleante...

  Salimos a un pequeño claustro y llegamos a una puerta destartalada de madera, es su habitación donde se cambia de ropa, no hay más que una silla, un armario pequeño y un catre presidido por un crucifijo en la pared.

  Se sienta en la cama y con la mano me señala donde quiere que me coloque, me siento a su lado, un bulto enorme bajo la sotana me indica lo que ya sospechaba, me abraza apretándome mucho, cierro los ojos y disfruto.....le pido por favor que se quite la sotana pues me impresiona bastante. Le ayudo a desvestirse, bajo el hábito no lleva más que una camiseta de algodón blanco y unos calzoncillos del mismo color, le dejo el alzacuellos, pues ese accesorio si me excita, y empezamos a besarnos.

  Acaricia mi cuerpo con mucha delicadeza y de vez en cuando me va diciendo...

  -¿Te gusta así hija?

  -Me encanta padre, no se detenga.

  Le bajo los calzoncillos y veo por primera vez su miembro tieso y enorme, lo cojo con las dos manos una encima de la otra y chupo cada centímetro, deleitándome con esta polla clerical, a veces paro y subo buscando sus gruesos labios, nos besamos, pero él está muy parado, no sabe que hacer, así que yo dirijo, le saco la camiseta y termino de quitarme la poca ropa que aún me queda, le pido que se siente contra la pared e incluso yo misma le coloco la almohada detrás para que esté cómodo, rozo mi pecho contra el suyo, me encanta el contacto piel con piel, me subo a horcajadas sobre su polla y la meto en mi agujerito hambriento, desciendo lentamente sin dejar de besarle, y poco a poco aumento la velocidad de mis movimientos.

  -¿Le gusta padre?, acierto a decir.

  -Me encanta hija, sigue....sigue.

  -Me corro así cabalgándole, es mi debilidad y tras unos segundos de reposo totalmente desplomada sobre su cuerpo inmóvil, me dice...

  -Ponte a gatas hija que te voy a dar la absolución a tus pecados...

  Me coloco como me ha dicho y empieza a sobarme el agujerito del culito, escupe en él y lo masajea con su dedo hundiéndolo suavemente, con movimientos rotatorios lo pone a punto de caramelo y se dispone a penetrarme, yo muevo mi trasero provocándole y cuando ya está satisfecho con la dilatación conseguida, agarra su verga y la presenta en la entrada, soy yo la que empujo hacia atrás lentamente hasta donde me apetece y empiezo a moverme despacito hasta que termino con su rabo totalmente hundido en mi culo. Ahora él coge las riendas y empieza a darme rítmicamente agarrado a mis caderas, a veces suelta las caderas y echa su cuerpo encima de mi para alcanzar las tetas y sigue dándome cada vez noto su polla más dura, su respiración se intensifica y yo he empezado a jadear...

  Vaya con el pastor.

  Que bueno hija- me dice y a continuación su orgasmo con un Ahhhhhhhh interminable y bastante escandaloso. Se sienta en la cama y se limpia los genitales con su propia camiseta, yo me he dejado caer de lado y estoy acariciándome los pechos, mirándole y provocándole.

  Me gustaría quedarme un rato más pero tengo misa a las doce, me dice mientras empieza a vestirse.

 -Hija estás perdonada por todos tus pecados, pero son tan graves que deberías pasarte cada semana por la parroquia a recibir tu penitencia.

  Así lo haré padre, no lo dude, me ha dado Usted mucho cariño y comprensión, lo cierto es que soy dueña de mis actos, que conozco mi cuerpo y que lo que hago con él va acompañado de conciencia plena, me amo a mi misma y siempre he dejado que el placer sea mi compañero eterno, ahora además sé que cada vez que me sienta abatida puedo venir a verle.
 
  Gracias le digo y a continuación le doy un morreo vicioso y empiezo a vestirme.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Tus besos





  Noto tu barba en mi mejilla, huelo tu aftershave, lames mi oreja y acabas metiendo la lengua en ella, morreándola, es un amago del morbo de tus futuros besos, siento la tibia humedad de tu lengua, me mordisqueas el lóbulo, mientras tu mano hábil desabrocha mi sujetador bajo la camisa, al segundo intento lo consigues y acaricias mi espalda, tu otra mano se abre ya camino por la parte delantera, investigando, sondeando, envuelves mi pecho amasándolo con tus recios dedos, esas caricias me derriten, mi sexo empapado entre las piernas, calor, deseo...

  Levantas mi cara que mira tímida al suelo, con tu mano cogiéndome por la nuca me das un beso envolvente, posesivo, ansioso, beso apasionado, de deseo, beso hirviente que no termina, me muerdes los labios y sigues besándome. Un instinto primigenio se apodera de mi cuerpo, me restriego contra ti, estoy más caliente que una plancha, por fin tu mano bucea bajo la falda, mi clítoris incendiado te espera, separas con tus dedos mi tanga y acaricias mi vulva suavemente.
  Y me despierto sudorosa entre las sábanas.

  He soñado contigo...

  Otra vez....


  Con tu mirada ardiente, con tus ojos negros, pequeños, inquisidores, con tus besos ardorosos, con el olor de tu piel, con tu cuerpo ignoto para mi, deseando que llegue mi oportunidad de explorarlo, de lamerte, de complacerte, de estremecerme entre tus brazos.

  Dejo de escribir vuelvo al sueño...

  Otra vez será.