"No quiero ser esclava de mis pasiones, quiero vivirlas, sentirlas, disfrutarlas"

jueves, 16 de mayo de 2013

Conozco un lugar...



   Me encanta hacer el amor con Marc porque no tiene tabúes, así que cuando me llamó que estaba en la ciudad después de tres meses en las antípodas de España por temas laborales, me excité al instante sólo con la posibilidad de un encuentro.

   Quiero mostrarte un lugar precioso –me dijo–. Te recojo a las 6.

   Hace tres meses también que di a luz a mi pequeño y si bien hasta ahora no había tenido necesidades sexuales rodeada como he estado del tacto suave de la piel de mi bebé y completamente absorta en mi maternidad, oír la voz grave de Marc al otro lado del teléfono había encendido mi cuerpo.

   También reconozco que no necesito mucho para encenderme...
   –Trae un saco de dormir y una linterna–añadió.

   –¿Cómo?–le dije sorprendida.

   –Lo siento no te diré más, es una sorpresa.

   Así que llamé a mis padres para organizar que se quedaran por la noche con mi pequeño Nil, era la primera vez que iba a dormir fuera de casa, pero tenía claro que lo iban a cuidar tan bien como yo misma y que además iban a estar encantados de hacerlo.

   Me he pasado el día arreglándome y preparándome para el encuentro, peluquería, depilación, crema hidratante por todo el cuerpo, maquillaje, la bolsa con todo lo necesario para el pequeño y dos botes de cristal con mi propia leche que me he ido sacando cada tres horas para dejársela a mis padres.

   Me miro al espejo antes de salir, estoy perfecta, feliz, radiante y se me nota.

   Me subo al coche de Marc y conduce hasta una montaña cercana, el macizo de Sant Llorenç del Munt i l'Obac.

   –¿Me llevas a la Mola?

   Si, conozco un lugar...te gustará, espero encontrarlo fácilmente pues hace muchos años que no voy.

   Deja el coche en el aparcamiento en el Coll d'Estenalles en el que a estas horas sólo queda un vehículo y empieza a caminar por el sendero que asciende muy empinado hacia la Mola, con dos esterillas, su saco y el mío bajo el brazo. Y yo tras sus pasos entre asustada y emocionada.

   Tras unos minutos abandona el sendero montañoso y me conduce por un terreno pedregoso e inclinado hasta su secreto lugar de retiro.

   Es un saliente de roca en una gran pared vertical, lo encuentra con bastante facilidad, está anocheciendo y una espléndida luna llena va izándose por el horizonte para colocarse en su lugar, hasta la luna se ha confabulado con nosotros esta noche para que todo sea perfecto.

   Ya en el saliente miro hacia abajo, hacia el valle, las vistas son magníficas, varios monolitos de piedra rojiza característicos de la zona se yerguen ante nosotros como centinelas a la puerta de palacio, se ven también las luces de alguna que otra casa dispersa por la ladera de la montaña que pertenecen a una urbanización cercana dentro del parque natural.
   Me vuelvo hacia Marc, acaba de abrir por completo los sacos y está uniendo las cremalleras, los coloca encima de las esterillas y se mete dentro haciendo un ademán con su mano, invitándome a entrar, se me escapa una sonrisa pues pienso que parecemos dos adolescentes haciendo arreglos prácticos para poder estar a solas.

   Una oleada de calor y lujuria invade mi cuerpo y renacen antiguos sentimientos y una necesidad imperiosa de tocarle, de sentir sus manos en mi piel, de perderme en sus besos ardientes.

   Me instalo a su lado sobre el saco y ambos miramos hacia el valle que empieza a sumirse en las tinieblas. Un momento de tenso silencio...

   –Yo creo que aquí nunca ha estado nadie más.–dice Marc.

   –¿Y cómo encontraste este lugar y a que vienes aquí?–le pregunto.

   De más joven me topé un día con él, me encantó y me aficioné a venir aquí, me gustaba sentarme en la cornisa con las piernas colgando y no pensar en nada, es mi lugar favorito y hoy quería compartirlo contigo. En ese momento le abrazo y nos fundimos en un largo beso.

   -¡Oh Alicia, si supieras como te he echado de menos en Nueva Zelanda! Yo creo que he pensado en ti todos los días pero sobre todo por las noches.

   Le atraigo hacia mí, acercándome tanto que al final acabo encima de él, y volvemos a besarnos con suavidad.

   La última vez que le besé no tenía barba.–pienso.

   Siento que sus manos se mueven, me está desabrochando la blusa, aparta el sujetador hacia arriba y pienso que los pechos muy desnudos ahora, son el doble de grandes que la última vez que estuve con Marc.

   Deslizo una mano dentro de su camiseta y le toco los pelos largos del vello que rodea sus tetillas. Casi he olvidado lo que se siente al tocar a un hombre. Entrelazo los dedos en su barba y tiro de ella obligándole a abrir la boca y le beso febrilmente.

   Sus manos encuentran mis pechos turgentes y siento una oleada de placer y entonces se lo que va a suceder y me siento incapaz de evitarlo, me separo de él bruscamente, pero ya es tarde, mis pezones derraman un chorro de leche tibia sobre sus manos y me ruborizo de vergüenza.

   –¡Oh, lo siento! ¡Que desagradable! No lo he podido evitar.–digo disculpándome.

   Él me hace callar colocándome un dedo sobre los labios.

   No te preocupes–me encanta, dice mientras los sigue acariciando hasta que están completamente resbaladizos. Es normal. Es sexual.

   Y cambio de postura y baja la cara hacia mis senos y comienza a besarlos y acariciarlos al mismo tiempo y me voy relajando para disfrutar de esa sensación. De pronto otra puntada de placer y gotean de nuevo, pero esta vez ya no me importa. Marc profiere un leve gemido y la áspera superficie de su lengua roza mis tiernos pezones proporcionándome un placer indescriptible hasta el punto que pienso que si sigue voy a correrme.

   Es como si Marc me hubiese leído la mente. Rodea con sus labios uno de los prominentes pezones, lo atrae a su boca y lo chupa y succiona mientras sostiene el otro entre el pulgar y el índice, presionándolo suave y rítmicamente. Cedo a la sensación y mientras mis pechos chorrean leche, uno en su mano y otro en su boca, una corriente como un rayo estremece todo mi cuerpo.

   Empiezo a gemir perdiendo el control, nada en mi mente, sólo sensaciones, hasta que caigo abatida encima de él. Su aliento cálido sobre mis senos, su barba que me roza la piel, el aire fresco de la noche acariciando mis mejillas ardientes, y los sacos de dormir de nylon sobre las esterillas y estas sobre el duro suelo.

   Me estoy asfixiando–dice la voz ahogada de Marc al cabo de un momento.

   Ruedo hacia un lado quitándome de encima y le digo un poco avergonzada.

   –¿La habías probado alguna vez?

   –Si, la verdad es que si–dice vacilante.
   –¿Y que sabor tiene? –le pregunto.

   –Caliente y dulce, como la leche condensada–espera...

   Y se amorra de nuevo al pezón y empieza a sorber de él, noto como sale la leche y como se estremece mi cuerpo y sigue chupando, hasta que se llena la boca y a continuación me besa compartiendo el fluido.

   Me siento extraña probando mi propia leche pero a la vez tengo curiosidad, la verdad es que está deliciosa y caliente.

   –Casi tengo un orgasmo tetal–le digo.

   –Si, ya me he dado cuenta, a mi me ha encantado.–dice Marc.

   Entonces siento la necesidad de proporcionarle placer yo a él, así que le desato el cordón de los pantalones y buceo dentro de sus calzoncillos...le saco el pene, lo acaricio con suavidad, lo beso en la punta...

   –Tengo un deseo.–le digo en un susurro.

   –Dime, si puedo cumplirlo lo haré–dice él.

   A veces te he imaginado masturbándote pero nunca te he visto, hazlo para mi, yo colaboro con mi lengua...

   Marc pone su mano en la base del pene donde hace un momento ha estado la mía y comienza a moverla con lentitud. Realiza algunos movimientos más con algo de mala gana y después suspira, cierra los ojos y comienza a agitarlo fuertemente.

   Yo me deleito mirando y mojando el glande con mi lengua, a veces me la meto entera en la boca, si lo hago, él para unos segundos apartando la mano para dejarme vía libre y después vuelve a cogerla y yo vuelvo a revolotear cual mariposa con mi lengua por su glande.

   Instantes después me arrodillo, me bajo pantalones y tanga de una vez y me pongo a masturbarme con él.

   –Él levanta el cuello y al verme dice...

   –Oh perfecto, pero acércate más no puedo verte.

   Marc está echado de espaldas y yo me acerco hasta quedar arrodillada junto a su cabeza, la luz de la luna hace que me brillen los pezones y el pequeño mechón de vello púbico. Marc comienza a frotarse el pene de nuevo, pero más deprisa esta vez, mientras contempla mi mano con fijeza disfrutando al ver mis dedos acariciando mi clítoris empapado.

   Métete un dedo dentro –suspira él– Quiero ver como te lo metes.

   Así que introduzco la punta del dedo, el tacto es suave y resbaladizo, me lo introduzco por completo. La vista de Marc está fija en mi sexo y al verle tan excitado yo también me excito sintiendo un dardo de placer en mis genitales.

   Dirijo mi mirada a su miembro, sus caderas se agitan más aprisa mientras se masturba con la mano, yo meto y saco el dedo con un placer creciente, a veces me amorro a su glande para humedecer la punta y saborearla y sigo masturbándome.

   Entonces de pronto, un chorro de semen blanco brota de su pene y me quedo contemplando fascinada el diminuto agujero en la punta del glande y Marc arquea la espalda y se produce otro chorro y otro y un cuarto más que lanzado al aire y reluciente bajo la luz de la luna, salpica el pecho de Marc y mi brazo y mi pelo...

   En cuanto termina se deja caer a plomo sobre el saco, yo sigo mirando su miembro erecto aún y el agujerito y el semen en su pecho y me siento agitada por espasmos encendidos de placer y mis dedos moviéndose rápido sobre mi clítoris y llego también al orgasmo con un gemido largo, intenso, quedando totalmente exhausta.

   Cojo su miembro y beso la punta, lo lamo saboreando el salado semen y a continuación limpio su pecho y su barriga con mi lengua y apoyo mi cabeza en su cadera mirando a la luna perfecta y las estrellas que brillan mucho en este lugar tan alejado de contaminación lumínica.

   Durante un rato estamos en silencio, el aire nocturno está refrescando la noche.

   Metámonos dentro del saco_propongo.

   Su pene ha caído a un lado, apoyado sobre su vientre, acaricio el vello rojizo de su entrepierna con la punta de los dedos y sonrío maliciosa en la oscuridad pensando que esto no es más que un primer asalto y que tenemos toda la noche por delante. Aún no me ha penetrado y lo deseo tanto que de imaginarlo me he vuelto a excitar.

   Próximo capítulo más.




4 comentarios:

  1. No sabía que existía una filia sobre la leche materna; aunque no creo que existan ya rincones recónditos en Sant Llorenç, estaría bien que estos dos acabaran la faena cuando se recuperen. Un beso con cosquillas de barba!

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que existen tantas filias como personas. Y si, en el próximo relato acabarán la faena. Gracias por leerme y por comentar. Muacks

    ResponderEliminar
  3. Quiero probar esa leche de los pechos de una lactante gracias a tu relato. Como siempre me logras excitar con tus textos.Besos.

    ResponderEliminar
  4. Un buen relato, la verdad que lo he probado y es maravilloso, chupar un pezón hasta que dispara su leche. No se como lo haces, pero siempre acabo soñando contigo, y corriéndome con tus relatos.

    ResponderEliminar

Gracias por leerme, si te ha gustado déjame una caricia, o dos, o tres.